Argumento:
Maddalena Paradine (Alida Valli) es acusada del homicidio de su esposo, el
Coronel Paradine. Tony Keane (Gregory Peck), su abogado, se enamora de ella y
deja que sus sentimientos interfieran con la defensa de su cliente y con su
matrimonio con Gay (Ann Todd).-
Confieso
que esta película no está entre mis favoritas. El propio Mr. Hitchcock señaló
muchos de los que él consideraba sus defectos sin que Monsieur Truffaut se lo
preguntara e indudablemente ello predispone a quien, como yo, leyó tales
opiniones antes de ver The Paradine case
por primera vez. Sin embargo, a poco que uno se pone a considerar los detalles,
descubre que esta en una película rica en cuanto a su estética y a las redes
que tejen sus personajes.-
Sobre
el primer aspecto, es indudable que Mr. Hitchcock puso todo su empeño en contar
esta historia en términos visuales. La presentación de la Sra. Paradine, el
primer personaje que conocemos, es elegante y abunda en primeros planos de
Valli mirando directamente a la cámara. La ruptura en estos primeros minutos
con el código cinematográfico más básico, según el cual los actores no deben
mirar a la cámara nos hechiza a la vez que nos incomoda pues es algo que no
esperamos ver en la pantalla grande. Algo similar sucederá en el segundo acto
de la película con la aparición del misterioso André Latour (Louis Jourdan), el
valet del Coronel. Este personaje es mostrado en la casa de campo de los Paradine
desde el punto de vista de Tony, quien no lo conoce, con su rostro siempre
entre penumbras o visto desde un ángulo que impide su identificación. Momentos
más tarde hace una entrada en escena dramática, mirando directamente hacia el
espectador a través de una ventana, llegando de la nada y desapareciendo de la
misma forma. Tanto él como Maddalena son criaturas exóticas en su medio – por
partida doble de hecho, ya que ambos son extranjeros y provienen de clases
sociales bajas – son bellos, misteriosos y siniestros y todo ello es sugerido
al espectador en una forma puramente visual a través de los encuadres
utilizados o de sus actitudes y posturas corporales.-
Un
elemento habitual en la filmografía de Mr. Hitchcock pero que aquí toma
especial relevancia es la interferencia en la línea de visión del espectador a
través de objetos colocados entre la cámara y los actores. Este recurso es
utilizado por el director para reencuadrar una toma, llamando la atención sobre
un detalle que podría perderse dentro de un contexto más amplio; para producir
un efecto en el espectador, por ejemplo incomodidad o claustrofobia; o bien
para reflejar el punto de vista o el estado mental de un personaje. El ejemplo
más claro de ello en The Paradine case
es la lámpara de techo del saloncito en el cual Tony tiene su entrevista con
Latour. Yendo tal vez demasiado lejos, Mr. Hitchcock coloca una lámpara enorme
pendiendo a poca altura de la mesa de trabajo de Tony y varía su posición según
su conveniencia. Las piezas que la decoran me hacen pensar en estalactitas del
inframundo del cual parece provenir Latour. Penden sobre ambos hombres y en una
toma en particular parecería que estuvieran a punto de caer sobre ellos. La
presencia de esta lámpara en la escena también es significativa en cuanto
Latour intenta, figuradamente, “sacar a la luz” la verdadera naturaleza de
Maddalena ante un Tony que se empeña en permanecer en las sombras. Finalmente,
piezas similares pueden verse brevemente en la escena de mayor confrontación
entre Tony y Gay, en lo cual veo un símbolo de la influencia dañina de
Maddalena que se ha deslizado en este matrimonio para romperlo.-
Otro
elemento importante en The Paradine case,
recurrente en la obra de Mr. Hitchcock, es la existencia de un retrato que
ejerce gran influencia sobre uno de los personajes, siendo posiblemente el
ejemplo más famoso el de Carlota Valdés en Vertigo.
En este caso, lo inusual es la ubicación de la pintura. Cuando Tony viaja hasta
la casa de campo de los Paradine, descubre un retrato de Maddalena aplicado
sobre… la cabecera de su cama matrimonial. Es inevitable pensar que este
retrato, colocado en un lugar de gran intimidad, no estaba obviamente destinado
a la apreciación del Coronel Paradine, quien ya era ciego cuando Maddalena se
casó con él… La sensualidad del retrato hace que Maddalena sea una presencia
más que tangible para Tony y termina de hundirlo en su pasión, aún cuando Gay
se esfuerce por creer lo contrario.-
Las
escenas que transcurren en la cárcel y en la corte son lecciones de realización
cinematográfica. En primer lugar, el arresto de Maddalena recuerda al comienzo
de Blackmail (Chantaje, La muchacha
de Londres) y prefigura la detención de Manny en The wrong man (Falso culpable, El hombre equivocado): la
humillación de esta mujer altiva no puede ser mayor cuando es desvestida y su
peinado es desarmado para asegurar que no esconda nada en su cabellera. Luego,
cuando Tony y Simmy (Charles Coburn), el colega y amigo que le deriva el caso,
entran en la sala en la que entrevistarán a Maddalena, la cámara se ubica en el
cielorraso en forma cenital, es decir, apuntando hacia abajo en forma
perpendicular al suelo. Este tipo de plano, del cual algunos directores abusan
con fines caprichosos, aquí nos permite apreciar el reducido tamaño de este
ambiente, en una forma que ningún otro plano podría lograr. El dominio de Mr.
Hitchcock para colocar la cámara en el único lugar posible puede advertirse
nuevamente en las escenas del juicio. El director resiste la tentación de
mostrarnos la sala y se limita a planos bastante cerrados que muestran el punto
de vista de los diferentes involucrados, destacándose los abundantes rostros
inmóviles que enmarcan a los personajes principales como gárgolas góticas. Sólo
utiliza los planos generales para agregar dramatismo – en el momento en que
Latour pierde el control en medio de su declaración como testigo – o bien para
poner en evidencia la soledad y la pequeñez de Tony cuando abandona la sala
luego de confesar sus faltas ante el Tribunal.-
Otro
gran momento en este tercer acto es el dúo de tomas que muestran la entrada y
la salida de Latour. La primera de éstas es realizada desde el punto de vista
de Maddalena, pero con un giro extraordinario: en lugar de mostrar lo que el
personaje ve – como en el caso de una toma subjetiva típica – Mr. Hitchcock
coloca en primer plano a la Sra. Paradine mientras Latour camina por detrás de
ella. A pesar de que estamos viéndola en todo momento, durante esa toma nos
transformamos en Maddalena como en una suerte de desdoblamiento, y casi podemos
sentir escalofríos en la nuca por la percepción de la persona amada detrás de
nosotros. Por el contrario, cuando Latour abandona la sala ya no somos
Maddalena sino él. El ex – amante se retira disminuido por el embate de Tony y
ni siquiera tiene el consuelo de una mirada cálida por parte de la mujer que lo
ha conducido a la ruina: ella simplemente da la espalda tanto a Latour como a
nosotros.-
Los
decorados en los que viven los personajes principales también son dignos de ser
mencionados. La casa de Tony y Gay es casi asfixiante, con ese barandal barroco
y el dormitorio como de casa de muñecas que con el correr de la película se
torna cada vez más frío. La residencia de campo de los Paradine me hace pensar
en la casa de Rebecca – de hecho la incursión
de Tony por el dormitorio de Maddalena es similar a la de la protagonista de
aquella película – con sus espacios comunes inmensos y sus puertas que esconden
secretos (hay aquí también una referencia a Notorious
– Tuyo es mi corazón, Encadenados).-
En
cuanto a la trama de la película, encuentro que en The Paradine case sucede algo similar a lo que señalé respecto a Notorious (Encadenados, Tuyo es mi
corazón): el verdadero tema de la película es el poder destructivo de la pasión
y del desamor. Todo lo demás, incluida la muerte del pobre Coronel Paradine, es
puro McGuffin. La película abunda en
distintas versiones del amor romántico y la pasión. Tony y Gay, Tony y
Maddalena, Maddalena y Latour, Latour y el coronel Paradine, el juez Horfield
(Charles Laughton) y su esposa (Ethel Barrymore), Horfield y Gay, todos pintan
un completo repertorio de posibilidades. La moraleja de la película parece
expresarse en boca de Lady Horfield: “si tan sólo fuéramos más amables entre
nosotros…” y en la actitud conciliadora de Gay, pero me atrevo a decir que este
mensaje no es tanto de Mr. Hitchcock como del productor, David O. Selznick. No
me he referido en este blog a la colaboración entre ambos, siendo bastante
conocido que su relación profesional no fue armónica y que sus estilos de
trabajo eran diametralmente opuestos. En esta, su última película juntos,
Selznick fue el responsable por el guión y, si atendemos al balance general de
la filmografía de Mr. Hitchcock, podemos pensar que un final tan optimista y
hasta azucarado parece responder a la mano del productor…
Volviendo
al lado hitchcockiano de la película, el personaje de Maddalena es uno de los
más complejos de su filmografía. Lo que se sugiere y lo que se muestra nos
permite concluir que es una verdadera femme
fatale dueña de un poder de destrucción que consume todo lo que toca y
cuando ya no queda nada, termina consigo misma. De todas sus “víctimas”, la que
me produce más compasión es Latour porque es quien más se resiste a Maddalena y
quien paga más caro su debilidad. Latour es, a mi entender, evidentemente
homosexual y consagrado al coronel, y aunque no existen en la película
evidencias de que su pasión fuese carnal o siquiera correspondida, sí creo que
se trató de un amor platónico y posiblemente unilateral. Latour tiene, además,
la misma fuerza magnética que Maddalena: parece hechizar al cochero que lleva a
Tony a la casa de campo de los Paradine, quien primero dice no conocer mucho a
Latour pero luego conversa animadamente con él y llega hasta encubrirlo; e incluso
el juez Horfield resulta conmovido por su atractivo. La pareja conformada por
el juez y su esposa tampoco tiene desperdicio. Lady Horfield parece al borde
del desquiciamiento, con apenas suficiente barniz de normalidad como para
sostener la agenda social. El juez, bastante atinado en su función pública, es
cruel y lascivo en la esfera privada y es fácil adivinar el antiguo trasfondo
de violencia de todo tipo en esta pareja. Finalmente, dos elementos típicamente
hitchcockianos presentes también en The
Paradine case son la contraposición de distintas clases sociales
(Maddalena, Latour y Tony contra el resto del mundo en el cual pretenden
insertarse) y la presencia de personajes cuya función es clarificar la trama
para el espectador (Simmy y su hija –Joan Tetzel).-
El
reparto de esta película es uno de los aspectos más criticados por el propio
director. Con todo respeto, discrepo con él. Tanto Mr. Hitchcock como Truffaut
juzgan a Gregory Peck como una elección equivocada, por su falta de clase para
el rol de un abogado inglés. Ambos parecen olvidar que tanto Tony como Gay
hacen referencias a sus orígenes más modestos en relación a su esposa y a sus
colegas y eso constituye, justamente, la nota interesante de su personaje: Tony
parece estar más cerca de Maddalena que de Gay y eso fortalece la atracción que
siente por aquélla como giro argumental. Allida Valli y Louis Jourdan tampoco
satisfacen al director y responsabiliza a Selznick por sus incorporaciones al
reparto, sin embargo yo encuentro que ambos son muy efectivos en sus roles.
Charles Laughton y Ethel Barrymore son las verdaderas gemas de esta película
(Laughton logra sin esfuerzo ser absolutamente repulsivo en cada escena y ¡eso
es brillante! Me mata verlo limpiarse los dientes luego de atormentar a su
esposa, como si esa práctica constituyera el postre de su comida) y Charles
Coburn, Joan Tetzel y Leo G. Carroll brindan un buen soporte en sus roles
secundarios. Sólo Ann Todd no llega a gustarme en The Paradine case. Reconozco que no recuerdo haberla visto en otra
película (les agradecería si pueden sugerirme algún título en el cual se
destaque), de modo que no puedo determinar si su interpretación aquí es una
cuestión específica o parte de su estilo. En sus escenas iniciales con Peck
ambos logran plasmar una muy buena relación de pareja, espontánea y amorosa,
pero por lo demás me parece algo sosa. Por último, me intriga la aparición de
John Williams en las escenas del juicio. Su rostro puede verse al lado de Tony,
pero no tiene ningún parlamento. Me pregunto si tendría una participación más
extensa que luego se perdió en la sala de edición…
Quisiera
dedicar una última mención a la banda de sonido de la película, a cargo de
Franz Waxman. Nuevamente sentí, al igual que con Rebecca, que la música está un poco fuera de control, que está demasiado presente por aquí y por allá
sin un verdadero sentido dramático.-
El
cameo de Mr. Hitchcock en The Paradine
case puede verse bastante avanzada la película: cuando Tony llega a la
estación con destino a la casa de campo de los Paradine el director baja del
tren detrás de su protagonista, llevando un contrabajo y fumando un cigarro.-
Esta
película fue editada en Argentina bajo el título “Agonía de amor” en una
presentación doble con Psicosis,
pero esa no es la edición que tengo. Nuevamente (y por última vez, he terminado
la serie) yo recomiendo la versión importada editada en 2008 conjuntamente con
otras siete películas presentadas como “Ocho obras maestras del maestro del suspense”. El box set se completa con The
Lodger (El enemigo de las rubias) Sabotage,
Young and innocent (Inocencia y juventud), Rebecca (Rebeca), Lifeboat
(Ocho a la deriva, Náufragos), Spellbound
(Recuerda, Cuéntame tu vida) y Notorious
(Encadenados, Tuyo es mi corazón). La calidad de la imagen y el sonido es
excelente, tiene subtítulos en español y los contenidos especiales, sobre todo
el audiocomentario, son muy interesantes aunque carecen de subtítulos.-